Cookie Consent by FreePrivacyPolicy.com El Ferrocarril en la ciudad de Valladolid (1858-2018)

Publicaciones:  Reseńa bibliográfica


Nuevo libro de Pedro Pintado que analiza la historia ferroviaria de la capital castellana

La historia de Valladolid es prolija en acontecimientos. Llegó a ser capital del Reino, una de las principales ciudades castellanas, pero a partir de 1858 su devenir, en lo bueno y en lo malo, quedó ligado al tren. Una historia ferroviaria de 150 años que ha sido glosada en un denso trabajo por el historiador ferroviario Pedro Pintado, trabajo presentado ayer en esa ciudad.


(21/06/2018) Pedro Pintado Quintana es un nombre más que conocido para cualquier aficionado a la historia de nuestro ferrocarril. Ya sea por su participación como autor de varios libros sobre historia ferroviaria, decenas de artículos, o como dibujante de miles de esquemas de estaciones y trazados que se han incorporado en los últimos años en libros o artículos de otros investigadores. Estos gráficos les daban una pátina de calidad gráfica, y de información más que relevante para poder comprender aquellas explicaciones que narraban los autores.

Pero, ahora, Pedro Pintado presenta, de nuevo, un trabajo personal, auspiciado por el consistorio pucelano, del que es autor de textos y gráficos.  En esta ocasión ha recalado en su espacio más próximo, su ciudad, Valladolid. Siglo y medio de relación de la capital del Pisuerga con los carriles dan para afrontar un denso trabajo, pero desde una perspectiva un tanto inusual.

Historia de líneas

Por un lado, Pedro Pintado afronta un arranque clásico de este tipo de trabajos. Así, cuenta la llegada del camino de hierro a Pucela, de la mano de los franceses de la Compañía del Norte, como el nudo gordiano de su línea estrella, el Ferrocarril Madrid-Irún. Y ese papel de punto medio con una ciudad potente detrás, animó a sus promotores a instalar allí los talleres centrales de la línea, lo que cambió aquella ciudad, de burguesía rural y comercial, para ser sede de una potente industria, la de mantenimiento ferroviario, tanto de material móvil como instalaciones fijas. Este primer aldabonazo industrial llegado de la mano del tren estaría detrás, décadas más tarde, de la implantación de la industria del automóvil y sus auxiliares.

Pero, a historia ferroviaria pucelana no acaba en esa importante línea de Norte y sus talleres. Años más tarde, su rival, MZA, puso en el barrio de La Esperanza la terminal de su ferrocarril del Duero, la transversal que cruzaba junto al río Castilla de Este a Oeste. Pintado explica esta arribada y la del más modesto Tren Burra, la línea de ferrocarril de ancho métrico que desde una estación al otro lado del Pisuerga (San Bartolomé) conectaba con la rica tierra cerealera, hasta ciudades como Palencia y casi León. Un ferrocarril que lanzó un ramal urbano hasta la estación de Campo Grande, la principal de Norte.

Railes urbanos que compartieron calzada con la poco conocida red de tranvías vallisoletanos., Medio siglo de historia de ferrocarril urbano, truncado prematuramente en los años 30 del pasado siglo. Pintado apenas insinúa este trabajo esta parte de la historia ferroviaria local, ya que no hace mucho publicó otro extenso libro dedicado exclusivamente a este particular.  

Los planos, seña de identidad de los trabajos de P Pintado, tienen un papel fundamental en la obra.

El tejido industrial del ferrocarril pucelano

En la segunda parte de su trabajo Pintado se mete en temas más novedosos en este tipo de trabajos. Analiza aquellas industrias que vieron la luz al hilo de la presencia del ferrocarril y de las opciones de transporte que éste ofrecía. 110 páginas de libro presentan a todas estas empresas, con sus derivaciones particulares, con el material de tracción propio que algunas llegaron a tener.

Y es que salvo la compacta zona urbana desde Campo Grande hacia el norte, más allá de los talleres, todo lo demás se jalonó de apartaderos, que daban más vida al ferrocarril y a la ciudad, tanto en línea del Norte como la de Ariza. Decenas de fotos, mapas, planos, reproducciones de folletos de las empresas...  En suma, una brillante exégesis de este tejido empresarial ligado al ferrocarril que tanto ha condicionado, hasta el presente, el devenir de la ciudad y su fisonomía.

La parte final de la obra la ciñe al nuevo ramal exterior de mercancías, la Variante Este (aún por completar), en la cual se han dispuesto los nuevos talleres centrales de Renfe y de Adif, con las empresas que en buena parte flanquean las vías en su entrada sur hasta el Campo Grande.  Analiza tanto el trazado como los futuros talleres, herederos directos de ese siglo y medio de historia industrial ligado todavía al Campo Grande. Y obvia Pintado la parte de la Alta Velocidad, porque bien es cierto que no ha supuesto, hasta ahora, ninguna modificación relevante en el plano ferroviario vallisoletano, pero si una modificación crucial en la forma de viajar de sus vecinos y visitantes. Pero Pintado pica hacia ese ferrocarril convencional, tan necesitado de cariño, y se centra consecuentemente en esa parte de la historia.

La obra, de 270 páginas, tiene cientos de fotos y mapas, como cualquier obra de la factoría Pintado. Ha sido patrocinada por el Ayuntamiento de Valladolid, en un loable ejemplo a imitar. La obra hace la número 42 de colección “Monografías del Ferrocarril”, un sello editorial dirigido por Lluis Prieto y cuyo catálogo recoge lo mejor de lo producido en historia ferroviaria en los últimos treinta años, tanto por los contenidos en si mismos como por lo cuidado de sus ediciones.

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